Nota del administrador del blog:El texto esta recogido integramente del foro de Sportster.cc y editado a petición del compañero Parliament para darlo a conocer en todos los medios posibles.
La siguiente historia no tiene intención alguna de dañar a nadie, sino de narrar –desde un punto de vista completamente objetivo– lo que me está pasando estos días donde, tras un año y varios meses de disfrute de mi motocicleta, he visto –de la noche a la mañana– cómo la Guardia Civil precintaba mi Harley Davidson siendo, a día de hoy, imposible su uso sin cometer un delito por el mero hecho de conducirla.
Cómo empieza todo
En febrero de 2010 buscaba con ilusión la que sería mi primera Harley. El que yo entonces consideraba desorbitado precio de una moto nueva me hizo girar hacia el mercado de segunda mano. Honestamente, es difícil saber con total garantía que lo que compramos funciona bien y es legítimo, al menos cuando se trata con un particular. Con esto en mente, no tardé en encontrar varios negocios que se dedicaban a la importación de motocicletas americanas. Casi todos estos importadores tenían un catálogo en su página web, donde venía una pequeña ficha de cada moto que incluía, además del precio, varias fotografías.
No voy a dar nombres, principalmente porque esto no es una acusación particular, sino la narración de algo que me está pasando. No pretendo agravar la situación de nadie, ni de ninguna empresa, ni de conseguir justicia por este medio. Además, sobre todo este asunto aún no se ha dictado una sentencia judicial, por lo que estaría traicionando mi objetividad si diese por hecho algo que no ha sido demostrado.
Una vez aclarado esto, diré que visité varios importadores de distintos puntos de España. Todos ofrecían servicios semejantes: motocicletas de segunda mano, principalmente de la marca Harley Davidson, importadas legalmente desde EEUU y homologadas, listas para ser matriculadas en España. Ofrecían una garantía mecánica de un año, en la mayoría de los casos, lo cual me parecía muy interesante. Cada página de importador ofrecía unos datos de contacto fiables, aunque no siempre con dirección física. Más adelante descubrí el porqué de esto.
En cualquier caso, visité personalmente algunos sitios (todos se hallaban en polígonos industriales), que consistían en una bonita tienda-almacén donde había un imponente número de motos en stock, todas listas para su venta. Estaban ahí, a vista de todos, en un ambiente muy relajado. Nadie se escondía de nadie, lo cual me aportaba mucha confianza.
Finalmente, indagando más por la web, descubrí otro importador que entre sus motos disponibles contaba con una Harley que se ajustaba a mis criterios de búsqueda. No ofrecía más que su número de teléfono, así que le llamé para pedir información. Se trataba de una persona muy amable y atenta, que no dudó en citarme en una nave industrial al día siguiente para ver la moto. Al parecer, en dicha nave se encontraban todos los vehículos que tenía en venta. Me acerqué con un amigo –por si las moscas– y sólo se confirmó lo positivo de la llamada telefónica: un hombre amable y atento que me enseñó la moto por la que preguntaba. No sólo eso, sino que me dejó probarla frente a la nave y me enseñó otras motos similares que podían ser de mi interés. Tras sugerirle una serie de recambios de unas piezas que me desagradaban (águilas reales incrustadas sobre cromados y demás), el hombre asintió sin poner impedimento.
Paralelamente a esto, había un asunto que debía solucionarse antes de comprar la moto, el de la limitación de potencia. Yo poseía el carnet A2, no el A, pero sabía que existían kits de limitación para ese modelo en concreto, con lo que le pedí al vendedor que la moto viniese legalmente limitada. Honestamente, no tenía prisa por usar toda la potencia de la moto, y al ser un conductor novato, pensé que estaría bien adaptarse así a ella. Además, no la había probado con toda su potencia lo suficiente como para echarla de menos. El importador me dijo que el precio aumentaba en 400€, que me parecieron un tanto excesivos, pero finalmente acordé pagar.
Por último, había un detalle de la moto que me llamó la atención: el odómetro estaba en millas, no en kilómetros. No le di demasiada importancia. Simplemente no pensé en ello. De lo que sí me percaté fue de los tubos de escape, que eran completamente abiertos. Sabía que eso no era legal en España pero, según tenía entendido, la práctica común entre motoristas con tubos como esos era poner los originales únicamente para la inspección técnica, reinstalándose los iniciales tras pasarla con éxito. Reconozco que sonaban bonito, y no me preocupó demasiado tenerlos instalados, sabiendo que mucha gente los tenía y que podría reemplazarlos temporalmente por unos homologados cuando hubiese que presentar la moto a inspección.
Volviendo a casa en Harley
Tras hacer un adelanto de algo más de la mitad de la moto, el papeleo estuvo listo en pocos días. Pude pasarme con un amigo a pagar la parte restante de la moto y a llevármela, por fin, a casa.
Lo cierto es que la moto, para estar limitada, corría mucho. Fue un tema que no me preocupó hasta pasado cierto tiempo, cuando empecé a leer los problemas de llevar motos limitadas únicamente en papeles. Al parecer, en caso de accidente el seguro se lavaba las manos y te abandonaba a tu suerte. Un atropello o accidente fatal podía arruinarte la vida, legalmente hablando. Así que empecé a indagar en el tema, pues tenía cierta sospecha de que si mi moto limitada alcanzaba los 180 km/h, es porque algo fallaba. Para confirmarlo, la llevé al fabricante del kit de limitación para que me diesen su veredicto, y fue ahí donde se confirmaron mis sospechas: la moto no estaba limitada. Así que me la estaba jugando innecesariamente, pero lo peor era que hasta ese momento desconocía ese riesgo con seguridad, feliz en mi ignorancia.
Inmediatamente llamé al vendedor y le comenté mi problema. Él me aseguraba que la moto se había limitado correctamente, pero sólo cuando le comenté que había estado personalmente con la moto en la tienda del fabricante de los kits de limitación, se tomó en serio mis afirmaciones.
Al poco tiempo me escribió un mensaje de texto en el que explicaba que había estado investigando y que, efectivamente, la moto no había sido limitada más que en papeles, y que había tenido una seria discusión con el ingeniero de la inspección técnica. Mi error vino a continuación, cuando el vendedor me ofreció instalar el kit. Yo ya llevaba más de medio año circulando prácticamente a diario con la moto (jamás me habían parado) y no estaba dispuesto a cambiar radicalmente el comportamiento de la moto, que ya dominaba a la perfección. Fue simplemente por eso, por un tema de comodidad, aunque no fue lo correcto. A día de hoy, por miedo, he limitado correctamente la moto. Pero hay un enorme problema:
Cuando limitan la moto por primera vez, además de especificarse el tipo de limitación (existen básicamente dos tipos, arandelas que impiden el paso de combustible; y topes de acelerador), la marca y modelo, se indica un número de precinto. Este número, visible en la ficha técnica del vehículo, debe coincidir con el de una pequeña chapa precintada situada encima del filtro de aire, para su inmediata comprobación en caso de una inspección espontánea por algún Agente de Tráfico.
Pero como mi moto inicialmente tuvo una limitación ficticia, el número de precinto corresponde a uno que váyase Ud. a saber dónde está realmente. Así que jamás tendré un número de precinto que coincida con el de la ficha técnica. Por eso he preferido no llevar ninguno, pues si bien es fácil saber que la moto está realmente limitada (el puño del acelerador no gira prácticamente nada), por otra parte puedo alegar que el precinto debió caerse en algún momento.
En cualquier caso, esto no ocurrió hasta hace pocos días, y lo cierto es que estuve más de un año –primero sin saberlo y luego sabiéndolo– con la moto limitada únicamente en papeles.
Un dato a favor del vendedor, en cierta parte (pues tuve que ser pesado con este tema), fue que me devolvió cierta cantidad del importe de la limitación, aunque no su totalidad, sino 150€ de los 400€. Osea que, a efectos prácticos, me habían cobrado 250€ por una limitación en papeles.
Por otra parte, le dije al vendedor que quería el precinto a como diese lugar, independientemente de que no fuese a limitar la moto tras descubrir que no lo estaba. Me dijo que no había ningún problema, pero tras perseguirle unos días con el asunto, el hombre dejó de cogerme el teléfono y dejé de insistir, dando la batalla por perdida. Decidí no darle más vueltas y pensar que nunca me pararían.
La llamada de la Guardia Civil
Estando yo tan feliz haciéndole kilómetros (mejor dicho, millas) a la moto, hace unos días recibo una llamada de un hombre que se identifica como Guardia Civil. Tras citar el número de la matrícula de mi moto, me pregunta si soy yo el dueño. No tardo ni un instante en preguntarle si mi moto es robada, a lo que me contesta que no.
Tras hablar con él unos minutos, el agente menciona que debe someter mi moto a una breve inspección para comprobar ciertas irregularidades en su homologación. Muy asustado, le pregunto que si van a retenerla, a lo que responde que me tranquilice y que volvería con ella a casa.
Puedo afirmar que sólo tras meses después de comprar la moto y leyendo en muchos foros de internet, descubrí que las ópticas de los vehículos europeos son distintos a los americanos, por lo que supe que el faro y los intermitentes de mi Harley no estaban homologados en España, pero no le di mucha importancia, aunque de haberlo sabido cuando la compré, hubiese exigido su recambio. Honestamente, como había tenido tantos problemas para hacerme con el precinto de la limitación (que no llegué a conseguir), me daba mucha pereza pedirle al vendedor las piezas homologadas. Realmente nunca pensé que la moto no se podía vender con esos faros, cuentakilómetros, etc. pues, como digo, hubiese insistido en su instalación.
Volviendo a la llamada del Guardia, nos encontrábamos a viernes, y me cita para el lunes siguiente. Según cuelgo, pienso fríamente en qué debo hacer. Decido llamar al importador y comentarle mi problema. Le explico que van a someter la moto a una inspección y que tenía varias piezas que no estaban homologadas, y que juntos debíamos encontrar una solución, pues sería malo para ambos presentar la moto como estaba. También le insistí muchísimo en la limitación, diciendo que ahora debía hacerse sin contemplaciones, pues en la inspección se toparían con el dato de la reducción de potencia que figura en la ficha, y lo comprobarían.
El vendedor, tras hacer varias comprobaciones en su almacen, me confirma que tiene todas las piezas, y que me pasase al día siguiente, sábado, para ponerlas. No hubo ningún impedimento y todo se hizo como habíamos acordado por teléfono. Nada que ver con la experiencia del precinto, asunto que, por cierto, le mencioné en esta ocasión cuando me preguntó si no me lo había dado ya. Se justificó diciendo que había pensado que la persona del almacen me lo había enviado. Un malentendido, entonces, y no pasaba nada.
Cambiaron todas las piezas que podrían ser problemáticas (colas de escape, faro delantero, tulipas traseras, delanteras y piloto trasero, además de instalar el kit de limitación). Acordaron llevarme la moto al día siguiente a mi domicilio, cosa que hicieron puntualmente.
Hay otro episodio más sobre mi comportamiento del que no estoy orgulloso pero que no puedo omitir si quiero que la historia se mantenga objetiva. Yo estaba indispuesto a tener la moto limitada y a llevar las colas de escape homologadas (que no sonaban nada). Además, el piloto trasero que llevaba la moto cuando la compré era precioso, cromado y de LED (no homologado en España), y también quería mantenerlo. Se ofrecieron amablemente a pasarse tras la inspección por mi casa para volver a instalar esas piezas, dejando las otras que no me afectaban. Y así lo hicieron, además de enseñarme cómo se quitaba del acelerador el kit de limitación. Era una pequeña chapa que hacía de tope en el acelerador, y me la regalaron. La he vuelto a poner.
Por último, al principio mencioné por qué algunos importadores sólo citaban en su página el teléfono de contacto, pero ninguna dirección física. Resulta que, al menos en este caso, existe una persona dueña de todas las motos –que finalmente resultó ser aquella que contaba el dinero, y aunque dicho aquí parezca obvio, yo siempre pensé que aquel se trataba de un encargado de confianza– con varios “comerciales” que se llevaban una comisión por venta, pero no poseían ninguna moto de por sí. Ellos las anunciaban en sus páginas pero, si bien no ponía directamente que las motos eran suyas, tampoco decían que no lo eran.
Además, dato que pasé por alto, varias motos parecían, en sus fotografías, estar en la misma nave donde me habían enseñado la mía, pero las anunciaban distintos importadores. También me llamó la atención que el depósito inicial que hice por transferencia no iba a nombre del “importador” que contacté por teléfono, sino a otra empresa que no tenía nada que ver. Fue así como supe que simplemente se trataba de distintas delegaciones al servicio de una misma empresa.
La inspección
En el cuartel de la Guardia Civil, el agente que había contactado conmigo por teléfono me recibió amablemente y me explicó el problema. El asunto no tenía que ver directamente con faros, tubos de escape ni nada de eso, sino con algo mucho, muchísimo más grave. Se trataba de un asunto de documentación –supuestamente– falsa.
Resulta que Harley Davidson fabrica motos para todo el mundo. Dependiendo de dónde van a ser comercializadas, el número de bastidor empieza por un número determinado. Así, para aquellas motos destinadas a Europa, los números de bastidor empezarán por “5”, mientras que las que son para EEUU empiezan por “1”.
¿Se pueden traer a España Harleys con el número de bastidor que empiece por “1”? Sí, naturalmente, pero como moto de importación. Esto implica varios trámites, entre ellos la homologación unitaria, que consiste en una ITV exhaustiva donde, entre otras cosas, se adaptan varias piezas de la moto (faro delantero, intermitentes, odómetro, etc.) a las regulaciones europeas. Pero esta homologación cuesta entre 1800€ y 2000€. Tras hacerla, se obtiene una contraseña de homologación, que figura en la ficha técnica de la moto.
Y aquí estaba la cuestión del asunto. Según la Guardia Civil, esta homologación nunca se había hecho. Según me informaron, un ingeniero de la ITV estaba estampando homologaciones sistemáticamente, sin ninguna inspección de por medio. Así que, en mi caso, sencillamente habían plantado una contraseña de homologación falsa en la ficha, certificando que la moto era “completamente legal en España”. Por lo tanto, la ficha técnica de mi moto era un documento falso, según dijo el Guardia.
El tema de la contraseña generó varias discusiones entre el vendedor y yo, pues él sostenía que dicha contraseña era correcta, ya que “coincidía con las que había en otras motos importadas”. Que la contraseña de homologación sea correcta no necesariamente significa se hayan abonado las tasas de homologación correspondientes. No si alguien había plantado el sello en la ficha directamente.
Esto había ocurrido, según me informó el Guardia, con noventa y dos motos. Noventa y dos. No estábamos hablando de un error puntual en la homologación, sino de una supuesta trama de falsificación y fraude a gran escala. Hagamos la cuenta: 92 por 2000€ son... 184.000€.
En cuanto a la situación, no sé muy bien quién tiene razón. Por una parte, si bien las acusaciones de fraude podrían ser perfectamente ciertas, contrariamente podríamos estar ante un error de las autoridades. He investigado sobre el asunto, y no he conseguido averiguar exactamente qué vehículos requieren una homologación unitaria, en vez de una sencilla ficha reducida (menos de 200€, y ciertos modelos de motos importadas desde EEUU pueden optar a ella).
En definitiva, la Guardia Civil se quedó con la ficha técnica de mi moto. Me dijeron que la llevase de vuelta a casa, y que de ahí no debía moverse, pues carecía de toda la documentación. Les expliqué que necesitaba la moto para trasladarme por Madrid y les pregunté que a qué me exponía en caso de ser parado por cualquier autoridad para comprobar la documentación del vehículo y, muy a mi sorpresa, no supieron responderme con exactitud. Lo desconocían. Finalmente concluyeron que se trataba, lamentándolo mucho, de un delito, pues la situación no era distinta que la de circular con un vehículo sin ficha. Fue curioso, también, que restase importancia al asunto, pues me dio una carta que certificaba mi rol de “afectado” en la investigación, y dijo que cualquier agente que me parase comprendería mi situación y me dejaría continuar.
Yo, temeroso de toparme algún día con un policía enfadado, le pregunté si podría acudir a ellos en caso de tener algún problema de este tipo, a lo que respondieron positivamente sin dudarlo. Me temo que, por si las moscas, lo mejor será no mover la moto de sitio, pues no le veo mucho sentido a arriesgarse a ser apresado por conducirla.
Pregunté a los agentes que qué soluciones había, y que quería conocer la mejor y la peor resolución posible. En el caso de la mejor, en poco menos de un mes a partir de esa fecha, y siguiendo la premisa de no perjudicar a los propietarios de las motos, se nos haría pasar una ITV simple, la de toda la vida, reemplazando previamente las piezas no homologadas. Me habló de un “duplicado de ficha”, dato que lamento no haber aclarado con el agente, pues veo difícil vender en un futuro una moto que no tiene ficha propia, sino un “duplicado”.
En el peor de los casos, según dijo, nos exponíamos a un proceso que podría llegar a durar hasta dos años. La peor resolución nos haría pagar la homologación unitaria primero y exigir la devolución de dicho importe al vendedor.
Tras conocer esto, me volví a mi casa arrastrando el alma. Llamé inmediatamente al vendedor.
La promesa del vendedor
Quedé con el vendedor (no con el comercial, sino con el dueño de todo el stock de motos) en mi casa para reinstalar las piezas que habíamos acordado, dejando otras fundamentales como el faro delantero y los intermitentes. Apareció al poco rato con un mecánico, que se puso manos a la obra. Entre tanto, expliqué al vendedor, apartándole del mecánico, las malas noticias de la Benemérita, enseñándole la prueba irrefutable del papel que certificaba el precinto del vehículo.
Lamentándolo mucho, le exigí la completa devolución del importe que había pagado por la moto, ya que era evidente que había recibido algo que no podía utilizar, y en unas condiciones de las que no había sido informado. Para mi sorpresa, su inmediata respuesta fue plenamente afirmativa, y llamó delante de mí a su abogado para solicitarle una redacción de un documento que certificase la devolución.
El vendedor me dijo que al día siguiente se presentaría en mi domicilio para darme el dinero en efectivo. ¿Qué bien, verdad? Pues por un momento hasta me lo creí. Mis esperanzas empezaron a desvanecerse a medida que el deseado intercambio se iba prorrogando a lo largo de la semana. Si quedaba en llamarme “ahora mismo en cuanto cuelgue”, no volvía a saber nada de él hasta que le llamaba yo al día siguiente, tras insistirle una y otra vez.
En una de las ocasiones, ya un poco harto de todo, le pregunté al vendedor si verdaderamente estaba dispuesto a devolverme el dinero, como había prometido. Me dijo que ese mismo día se terminaría todo el problema y me pagaría. Naturalmente, nada más lejos de la realidad, pues al poco tiempo se puso en contacto conmigo por email para que llamase a su abogado. Me dijo que no le llamase hasta cierta hora, pero le telefonée inmediatamente.
Si hay algo que no me gustó en todo este asunto, fueron las formas e intenciones del abogado. Le expliqué que había hablado con su cliente sobre la completa devolución del dinero, y que éste había aceptado. Pero el abogado me dijo que de eso nada, que lo que me ofrecía sería un pagarés con una cláusula de fechas, sólo abonándome el importe en caso de que no se solucionase el problema en tal fecha, y que el dinero no me lo iba a dar –en ningún caso– inmediatamente, como yo solicitaba. Fueron términos muy difusos, donde no concretó fecha alguna, alegando que tenía que “discutirlas con su cliente”.
Estaba desesperado, pues veía cómo se desvanecía mi moto y mi dinero, todo. Le dije que todo esto me parecía muy bien, pero que comprendería que yo iba a dar esta historia a conocer a todo el mundo, empezando por un diario de tirada nacional donde mi padre era directivo, pasando por los innumerables foros que frecuentaba. Se lo tomó como un acto de coacción, supongo que porque no consideró la posibilidad de que yo tuviese una intención puramente preventiva, para evitar que nadie más pasase por esto. Es evidente que si mi intención fuese la de hacerles daño, habría publicado aquí, con pelos y señales, sus nombres, CIF de la empresa y localización exacta de su stock, cosa que no he hecho. Lamento que el hombre se lo haya tomado como un ataque pero, ¿qué quería que hiciese mientras yo veía cómo la actitud de la empresa evolucionaba de “intención de devolución inmediata” a “compromiso en forma de pagarés”?
En algún punto de la conversación le dije que si solucionábamos este asunto de forma inmediata y puntual, para mí estaría todo olvidado. Hay momentos de calentura en los que de manera egoísta sólo miras por tus intereses, y por eso debo disculparme con el resto de afectados por proponerle al abogado resolver mi problema aisladamente, olvidándome de los demás. Naturalmente, se negó, pero más adelante usó este dato como arma para hacerme sentir culpable.
En definitiva, me dijo que le hiciese una petición por escrito de la devolución, para dejar constancia, en la que le escribí lo siguiente:
Hola, [nombre del abogado]:
Soy [mi nombre]. Compré una Harley Davidson a [nombre de la empresa] en Febrero de 2010 aprox., con matrícula XXXX. Esta moto ha sido precintada el [fecha] por la Guardia Civil (G.I.A.T. Agrupación de Tráfico), por un tema de irregularidades con la contraseña de homologación de la moto, a espera de una resolución judicial.
Como ya hablé con la vendedora y el comercial (de nombres XXXXXX y XXXXXX, respectivamente), al verme afectado por esta irregularidad y estar en disconformidad con ella, pues la desconocía como comprador de buena fe, solicito la completa devolución del importe abonado en la compra de la moto, un total de XXXX€, decisión que [nombre del vendedor] aceptó desde el primer momento. Naturalmente, dicha devolución implica el traspaso del vehículo a nombre de la empresa antes citada.
Confío en tu pronta respuesta, así como en la rápida solución de todos estos problemas.
Entre tanto, te envío un cordial saludo.
Su respuesta fue la siguiente:
Estimado señor [mi nombre].
La información que maneja la empresa vendedora, es absolutamente firme en su defensa de lo incorrecto e iiregular de ese precinto, que como dice usted está a espera de una resolución judicial.
Es interés de la vendedora aclarar lo antes posible la situación al objeto de que o bien se levante el precinto o se indique de manera precisa y concreta cual es la "irregularidad de la contraseña de homologación" para poder dar debida respuesta a la valoración de la GIAT. Por desgracia la información se ha pedido a la GIAT y se nos ha negado.
De momento y con los escasos datos que tenemos, su solicitud de resolver o rescindir la compraventa no puede ser atendida, por carecer de amparo legal.
Ello no quiere decir que no estemos expectantes a la evolución de los acontecimientos y a que se clarifique cual es la objeción que la GIAT plantea a esas homologaciones, cuyos números de contraseña de homologación le consta a la vendedora que son válidas en otros paises de la UE y del EEE (Espacio Económico Europeo).
Nuestra actual negativa a su reclamación, no implica que en función del desarrollo de los acontecimientos, puedan tener cabida sus pretensiones, que de momento nos vemos obligados a rechazar, máxime bajo el planteamiento de la solución individual y confidencial, toda vez que si efectivamente estuviesemos en un error y hubiese un problema generalizado con las motocicletas, la compañia vendedora debería estudiar una solución global al conflicto.
Asimismo como ya le expuse, es usted libre de publicar bajo su responsabilidad lo que crea pertinente en los foros y blogs de motociclismo que dice administrar, así como acudir al diario El Pais donde dice que su padre ejerce un cargo importante.
Lamento no poder aceptar a día de hoy su petición, manifestándole que haremos los mayores esferzos posibles para aclarar la cuestión con la Jafatura Provincial de Tráfico a la mayor brevedad.
“Debería estudiar una solución global al conflicto”. “Debería”, pero, ¿quiere decir eso que “va a”? Sin comentarios. En fin, no os pongo lo que le contesté, pero fue imposible entenderse con él, independientemente de sus mofas a mis contactos en la prensa y demás medios.
En cualquier caso, ni rastro del “pagarés”. NADA. Le comenté algo al respecto y me contestó que conmigo “sólo había comentado, a modo de reflexión, una de las posibilidades para llegar a un acuerdo en caso de que el tiempo quitase razón a su cliente”. Ni os imagináis la cara de idiota que se me quedó. Fue cuando recibí esa respuesta cuando decidí, finalmente, publicar este anecdotario.
Por otra parte, y ya para finalizar, contacté con el vendedor (ya que a raíz de todos estos problemas habíamos vuelto a ponernos en contacto) para solicitarle una copia de la factura con el total del importe de la moto, pues si bien tenía los recibos del primer ingreso en el banco y del pago restante (entregado en mano al recoger la moto), no tenía una factura con el cómputo global de la compra con el que poder demostrar con más facilidad el importe pagado por la moto en caso de querer venderla más adelante (si se pudiese). Los más audaces lectores habrán adivinado ya que no recibí respuesta alguna a los dos correos que envié al respecto.
Y hasta aquí a día de hoy. Iré actualizando la información a medida que vaya avanzando el asunto, pero de momento la moto está parada, cubierta con una manta y olvidada en el rincón de mi garaje, hasta nueva orden.
Como único consejo, recomiendo a todo potencial comprador que se aleje del tema de las importaciones hasta que todo este asunto se aclare. Es evidente que algo se está haciendo mal y es mejor no moverse por estos terrenos pantanosos por el momento.
Un saludo a todos.
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